lunes, 27 de abril de 2009

Que me digan fea: epa!!

Las lágrimas de emoción que brotaban de los ojos de Miss Susan Boyle me las creo. La cara de asombro del jurado es arena de otro costal. Su falsedad es parte del show. Y la perplejidad del auditorio una evidencia de que el talento humano no es afortunadamente una consecuencia de la belleza. Y las personas que como yo hemos visto por la tele o hemos navegado en busca de la noticia más comentada tenemos nuestra opinión. Y aquí la cuelgo.

Que me digan fea en cuanto me vean, si la dicha de ser fea las bonitas la desean, fea, la, la, la, así es la letra de una guaracha que sonaba en mi infancia en boca de Pacho Alonso y sus Bocucos, y que hasta hoy recuerdo como un himno en defensa de nosotras las que andamos desde siempre sin las medidas tan cuestionadas 90-60-90, sin botox, sin silicona y demás remiendos en cada costura, en cada puntada de nuestro feístico glamour, porque dejémonos de vainas, las feas tenemos nuestro sex appeal.

La fealdad ha sido y es tema recurrente reflejado en todos los planos de la vida ha sido cantada, teatralizada, poetizada, televisada y llevada a la pantalla grande. Las feas hemos sobrevivido a todo, a las risas, a las bromas, a las cirugías, a los concursos y hasta las crisis. Hemos sido representadas de mil maneras, una de las más aplaudidas y querida Betty la Fea, batió los records feonovelísticos.

Ser fea ha sido y es una condición difícil de llevar con alegría por así decirlo, ha sido más llevadero para ellos, para el bando opuesto, e incluso no ser lindo es algo que da hombría, como sello acreditativo de ser macho men. Pero para nosotras combatir esta condición y hacer las transformaciones que nos garanticen calificar a la categoría de pretty woman es prácticamente un acto de femineidad obligada.

Y me pregunto qué sentiría esta mujer de cuarenta y siete años cuando al abrir su boca y dejar que su talento brillara con tal fuerza que su fealdad quedará eclipsada por su voz logrando que miles y miles de personas en el mundo confirmaran una vez más que toda regla tiene su excepción. Que los sueños no son patrimonio del bisturí. Que la distancia más corta entre dos puntos es la voluntad.

Que al deshojar la margarita pétalo tras pétalo y preguntarnos una y otra vez durante toda nuestra vida: soy fea me quiero, tan fea me quiere, requetefea me requiero, feísima me he querido, refea me querré y nos digamos epa, epa!!

Con total seguridad a muchas preguntas Susan Boyle nos dirá simplemente: Anda, que las feas también cantamos!!

lunes, 20 de abril de 2009

SPA, a por ellos

Están tan a la moda que es imposible prácticamente no saber esta sigla a dónde nos lleva. “Salute per aqua”. La promesa de armonizar el cuerpo a través del agua ha sido toda una leyenda, hemos sido favorecidos unos más y unos menos, ricos y pobres, sanos y enfermos, chicos y grandes, y como todo ha ido transformándose y tornándose en servicios más sofisticados y lamentablemente costosos. Me refiero a estos SPA de última generación por así llamarlos que han florecido y sus ramas se extienden hacia nosotros como paraísos invitándonos a visitarles solos o en parejas. El compromiso de dejarte como nuevo tras algunas sesiones es su crédito más aclamado. Todo un happy tour.

Cuántos de nosotros hemos deseado sumergirnos en las esencias de eucalipto, violetas y otras, mezclarnos en esa brumilla vagabunda, que va en puntilla bailoteando por los corredores que nos transportan a ambientes místicos o mágicos acariciados por esos olores vaporizados, humedeciendo las túnicas que envuelven nuestro santuario y que como copos de nieve van cayendo en las gradas de mármol italiano quién sabe, que nos reciben dizque para abrazarnos y exprimir nuestras amarguras, absorber nuestros jugos naturales más ácidos, más rancios y llevarnos al éxtasis de las sensaciones más placenteras. Os invito a abrir los ojos, así poco a poco, sin prisas, como pétalos en primavera y dejarnos arropar por la brutal necesidad de saborear nuevos placeres policromáticos.

Inclinarnos ante tamaña ensoñación puede ser un excelente ejercicio para permitir, amigos míos, expulsar fuera de nuestro hábitat más sagrado: nuestro “yo”, nuestro zumo agrio y abriéndonos paso en estos templos queden neutralizadas sus enzimas, queden allí embebidos de estas fragancias naturales y nos ablanden las armaduras de jinetes daltónicos con las cuales cabalgamos en estos tiempos.

¿Cuánta imaginación derrochamos al sentirnos a las puertas de las mismísimas columnas griegas con nuestros laureles enmarcando nuestra expresión deseosa de sentirnos otros?

¿Otros física, espiritual , emocionalmente? Otros u otras más jóvenes, más sanos, menos abrumados, más activos, mejores personas, menos estresados, más valorados, menos rechazados, más productivos?. ¿Superarnos como individuos, traspasar los umbrales de nuestras limitaciones en los muy diversos roles que asumimos? ¿Con cuánta insatisfacción lidiamos a diario, somos conscientes de ello o no?

Estos SPA aparecen por todas partes, se han multiplicado y proliferado, ofrecen un menú muy variado en sus servicios, sus ofertas garantizan llegar a renovar esos puntos neurálgicos de nuestro universo, traspasar las órbitas de nuestro sistema existencial y detenerse, regenerando cada constelación de nuestra galaxia. Hay unos más osados que hasta convertirnos en estrellas prometen. Que tentación, dejémonos llevar, abramos nuestras cuencas más luminosas y sintamos que nuestra luz estelar irradia los planetas más cercanos. Pero la realidad es otra, es que asistimos al siglo no de las luces como escribiera Carpentier, sino al siglo de las luciérnagas.

Esas luces fosforescentes de color blanco verdoso que pretenden guiar a muchos en la búsqueda de lo divino, en la búsqueda de lo lunar y que fuera de su propia órbita carecen de valor galaxial. Hay quien brilla con luz propia y quienes necesitan generadores o la combinación de ambas opciones, en ambos casos las facturas a cancelar son elevadas y nos exigen doblar el lomo. El sentido ecológico nos demanda una actitud que nos pone a prueba en el uso y desuso de nuestras fuentes de abastecimiento energético. En la renovación de estas riquezas. Son renovables? Apuesto al sí!!

Una buena fuente de energía es degustar los sabores familiares y amistosos y el valor de esta energía es que no daña la capa de ozono ni contribuye al maltrecho deterioro de nuestro querido clima. Esta veta de riqueza se autoabastece por así decirlo de forma independiente, porque dicen que “la única manera de tener un amigo es siéndolo”. Descubrir la mina que nos hace prósperos en nuestro propio entorno nos garantiza ese éxito tan mal buscado en canteras vecinas. “El secreto del éxito es lograr que tu vocación sea tu vacación” - Mark Twain

En lo personal tenemos nuestra cantera con los filos a flor de piel, y no me apetecen las siglas, es más reducir a tres, cuatro o algunas consonantes y vocales una expresión me produce prácticamente alergia, estoy segura que si me hacen las pruebas para buscar las causas de la misma, éstas estarían en el esfuerzo intelectual que he sufrido al interpretar, decodificar y hacer demás operaciones, hasta dar por ensayo y error prácticamente con el significado de ellas, en otras palabras qué caramba quiere decir tal y más cual sigla. Y aquí me encuentro tratando de llevar a mi rutina monologámica la simplicidad de estas tres letras: ese, pe, aaa. SPA Juntitas y tomadas de la mano para mi son elementos que podrían formar una ecuación directamente proporcional. Salud, Prosperidad y Amor.

Conciliar estas tres musas, divas en la vida es cosa de película. Poetas, cantautores, escritores y casi todas las manifestaciones artísticas han representado en sus lienzos las imágenes de esta gran combinación que todos queremos disfrutar, queremos acreditar a nuestro record emocional. El amor que alimenta una buena condición física y que la prosperidad abraza dándole el encanto que muchos aún no degustan. Entonces vale
decir : “a por ellos” a todo galope en busca de los recursos que nos permitan sostener y hacer sostenibles nuestros tesoros más valiosos.

La próxima vez que decidas darte una vueltita por los SPA en busca de ese elixir mágico asegurate que antes de beber de esos licores prometedores que purificarán tu aspecto físico, abren tus poros y ojos, aceleran tu bronceado, moldean tu tonicidad muscular etcétera, etcétera, etcétera ten las garantías del caso de que antes mucho antes, día a día, cada minuto, cada hora de tu vida hayas endulzado tus zumos con el preciado guarapo, ese extracto dulzón extraído de la caña de azúcar que según los que han tenido un buen amigo o amiga se hace presente en las buenas charlas, provoca que la sonrisa visite tus dioses faciales, que te premia con un apretón a tus cinco diestros y así sólo así podrás tirar por el piso eso que dicen de que la mona aunque se vista de seda mona se queda. La buena pinta viene desde adentro y se viste de Prada o de Pirata.

Y lanzarte a una buena zambullida en los telares filiales ayuda a una buena puntada. A llevar recién salidos de los talleres spamados nuestras mejores galas. La alta costura se hila en casa. Bienvenidos todos aquellos bien vestidos, por dentro y por fuera. Salud por un happy end, días sí y otros también.

viernes, 10 de abril de 2009

Nanas antillanas

Para la época en que mi hermana mayor noviaba yo escuchaba nanas, no me cantaba mi madre sino ella. No todas las noches, sino aquellas en que se le permitía recibir a su enamorado en casa. Noches fijas en la semana de tal hora a tal hora, siempre bajo la supervisión de mi padre. Uno frente al otro, sentados lateralmente con las manos tomadas y yo sobre ellos dos. Durante esas noches de encuentros permitidos según recuerdo, yo llegaba, subía a sus piernas, me dormitaba y oía esas cancioncillas, el repertorio no era muy extenso, generalmente dos cánticos breves y con un estribillo tan pegajoso que su melaza me endulza hasta hoy en mis noches de mujer cincuentona.

Me las cantaron y las canté, se las canté a mi hija todas las noches muy lejos del mar y estoy segura que de tanto entonarlas su letra entró a nuestro torrente marítimo digo a nuestro torrente sanguíneo. Esos estribillos me gusta pensar fueron embelleciendo mi partitura oceánica como perlas marinas, noche sí noches no, días sí y otros no. Fueron creando las imágenes náuticas de mis primeras travesías.

Mis primeros viajes fueron en brazos de la fantasía infantil, se sabe que no hay que tener alas para volar. Y afortunadamente navegué y volé con mi imaginación como combustible. Sin saberlo me fui preparando para mi viaje sin retorno. Y sin saberlo, mi hermana también fue regando en mi caldo de cultivo las burbujas de la inquietud del más allá del horizonte.

Fui acunada por canciones cuyas letras recreaban la partida, el adiós no sobre ruedas, sino sobre el oro blanco de nuestra madre naturaleza, los mares me acunaron desde que nací. Morfeo me recibía ya no envuelta en líquido amniótico, yo llegaba a mis sueños vestida de sal y con los sonidos de un vapor al zarpar. Y la voz de mi hermana clamando por un barco donde se iba un ser querido y mis lágrimas ya prematuramente tenían ese sabor al Caribe, y la canción sigue que sigue mirando como dice a ese barco entrando a la bahía ahí se va, se va la novia mía…. Había una vez un barquito chiquitito, había una vez un barquito chiquitito que no podía que no podía navegar, la, la, la, y pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete semanas, pasaron una , dos tres, cuatro, cinco, seis, siete semanas y el barquito y el barquito no podía navegar, y si esta historia no te parece larga y si esta historia no te parece larga, volveremos, volveremos a empezar. Y ahí va de nuevo la melodía pegajosa que por sí misma invitaba a dormir y dormir y así en mis noches infantiles comencé a disfrutar del agua no potable, no apta para consumir, pero que los isleños hemos bebido hasta en sueños.

Mi familia, todos nosotros nacimos en una ciudad abrumadoramente salada, transpira y respira sodio. Rodeada por un mar que ha sido su mayor encanto y a la vez su peor verdugo. Una ciudad que como ninguna otra anuncia la llegada de las nueve de la noche al son de un fuerte cañonazo, el sonido del bommm y el olor a pólvora se mezcla con el sudor de esta mujer que ha visto a sus hijos irse y llegar más de lo que ella ha deseado.

Los que se fueron, los que nos fuimos, los que se irán. La mayoría de los que se embarcaron lo hicieron sin ser aclamados como dios manda: reconocidos y despedidos. Sus familias quedaron en vilo, rezando y esperando noticias de su llegada a otras costas, unos llegaron mojados y otros nunca se secaron. Los que nos fuimos mucho después de los primeros, de los pioneros que convirtieron su cuerpo en torpedo, nos transformamos de presentes en ausentes, somos un híbrido, inicialmente dijimos adiós desde casa, y ahora el bye bye es desde el new home.

Nacimos en una isla y esto es una condición que nos ha marcrucificado. No tener vecinos a la vuelta marca la diferencia y de que manera. No tener fronteras, no tener líneas divisorias, de esto es mío y esto es tuyo, hasta acá estamos unos y para allá están los otros, acá una bandera izada y allá la otra más lejos clavada pero ambas hablan a favor de cantares colectivos, de intercambios en todo sentido, de alegrías, guerras, penas y libertades unas luchadas y otras violadas. Pero en todo caso me quedo con la opción de la vecindad. Asumo sus riesgos.

De toda la vida el cubanhello ha tenido ese gustillo de quiéreme pero no me toques, o tócame pero no me quieras. Nuestro neighbour más cercano está a noventa millas, que total no es nada, pero la nada se convirtió en nada de nada. No hay sinónimo para la nada, los he buscado en mi mataburro pero lo que he encontrado no satisface mis necesidades de expresar lo que encierra este vocablo, porque francamente la carencia es absolutamente irrelevante al lado de la nada. Así que me quedo con la nada de la nada. Peco en ser reiterativa. El océano ha sido nuestro guardián, es nuestro centinela, es nuestro único vecino. La decisión de visitarlo y tocar a su puerta, de sumergirse o no es cosa de cada quien.

Afortunadamente nos alejamos de la Perla de las Antillas en alas de un gran pájaro, el hierro frío y gris nos cobijó desde el Caribe hasta los Andes. Desde las alturas se ve muy diferente el mar, la mirada es a vuelo de ave. Y el agua se ve milagrosamente hermosa. Te embruja, caes prisionero en sus mareas, te abandonas a sus caricias, al susurro de su llanto, su cólera y su alegría porque el agua llora, enfurece y ríe como cualquier mortal. Ese líquido declarado transparente, sin olor, color y sabor por definición química tiene por definición personal el olor de mi tierra, el color de la esperanza y el sabor de los amores lejanos. Y por si fuera poco tiene la inocencia de la infancia, la rebeldía de la juventud y la sabiduría de la adultez. Es intrépida en sus amaneceres, confidente en tardes nostálgicas y las noches cual amante pecador va y viene, llega y se va dejándonos cegados con semejante espectáculo de esplendor cuando la luna le baña y ella se abre como orquídea en floración mostrándonos lo más sensible de su sensibilidad.

Como no amar al H2O, es uno de nuestros recursos más preciados y poco valorado sobre todo para aquellos que lo disfrutan como algo intrínseco a sus vidas, algo intrínseco al sistema del servicio natural. En lo personal este líquido ha sido y es algo mágico; de pequeña, en mi infancia isleña me llevaban a Cojímar a dejar los mocos verdes de mis catarros en las olas de esta playa. El agua lo cura todo, crecí con esa certeza, la convertí en filosofía de vida, cura las calenturas tanto las de las gripas como las de las pasiones, cura las tristezas y espanta a los espíritus. Ella atrae las buenas vibras, atrae las alegrías y se apodera de todo nuestro ser por dentro y por fuera. No hay nada como un buen baño!! Los poros agradecen y le dan una bienvenida con bombas y platillos a semejante caricia, hay leyendas que hablan a favor de calentarla o enfriarla a favor de colocarlas en paños tibios o helados para mitigar cualquier maluquera. Los chamanes o brujos te despojan con agua de quién sabe dónde, pero basta creer para crecer. Fui santiguada y bautizada.

El agua puede llegar de diferentes formas a nuestras vidas, una de ellas decidió imponerse al resto, se presentó ante nuestros ojos como torrente pujante con tal fuerza que abrazó por los cuatro costados a nuestro preciado pedazo de tierra y se fue solidificando y sufrió una de sus peores metamorfosis como esos primeros amores que hablan dizque nada de ataduras y terminan con la soga al cuello. La tragicomedia a la cual hemos asistido durante más de medio siglo ha puesto en escena, ha puesto en cartelera la obra más comentada por la crítica especializada y no por ello menos condenada.

El auditorio ha sido testigo del cambio sufrido metafóricamente de cascada en una especie de gran muralla de piedra sólida, una tapia dura e infranqueable que emergió rodeándonos, aislándonos. Creo que de ahí me viene la fobia a los muros, a las paredes. Nuestro caimán quedó varado y está anclado, sus cálidas aguas le acarician como a mi me acariciaron mis nanas, esos cantos infantiles que hicieron mis surcos trazando mis senderos buscadores de otras tierras, buscadores de vecinos, de fronteras y si estas son triples mucho mejor, como las que te llevan a Iguazú. Canto para no olvidar, canto para acunar como mi hermana lo hizo conmigo, yo con mi hija y mi hija lo hará con su hija, para que los barquitos puedan navegar en los sueños infantiles, zarpen de puertos libres, seguros y trasladen su carga, la más preciada de cuantas hay : a los hombres a donde el alma les guíe.

Cierro mis ojos y con mi brújula guiando mis pupilas, mis nanas queridas, acuno hoy y siempre a la niña que fui, a la que llevo dentro, a la que me permitió cantarle a la niña que alumbré y que cuya luz como un faro en medio del mar guiará a nuestra familia al retorno, al regreso cuando una lluvia de hilillos liberadores acaricien la muralla donde llora la niña más consentida de todas, La Habana: la niña que nos alumbró.