sábado, 14 de mayo de 2011

Excluidos Globalmente.

El patio de mi casa es particular, se llueve y se moja como los demás agáchate niña y vuélvete a agachar que si no lo haces no sabes cantar, la, la ra, la, es un estribillo de una canción infantil que recuerdo con mucho cariño, la cantábamos mis amigas y yo tomadas de la mano y danzábamos haciendo un circulo y entre risas nos agachábamos tocando prácticamente el suelo con nuestras narices.

Es una ronda que siempre me ronda cuando visito portales cibernéticos donde las personas cuelgan sus intimidades graficas y a manera de comentarios comparten sus vivencias, ofrecen información de sus compromisos sociales, personales, profesionales y publican su agenda laboral y personal. Nunca antes la intimidad se vio tan intimidada.

La lluvia es un tesoro que se comparte desde siempre para bien o para mal, nos cura, nos mata, nos purifica y de paso empapa nuestra ropa pero también desde toda la vida nuestra hispanidad nos ha exigido que la ropa sucia se lave en casa y se seque en el patio trasero. Ya no, la lavandería domestica se modernizo y brinda un servicio veinticuatro horas al servicio público, extendiendo sus cordeles a todos los continentes, pone a nuestra disposición una centrifuga universal que exprime a altas temperatura nuestros atuendos. Los “tenderos públicos” como personalmente me gusta llamarles a las redes sociales han abierto un horizonte extendido. Su nacimiento y evolución ha sido premiada con la osca rizada película Red Social que son las nuevas formas de dizque socializar a la velocidad de un clip, es la versión más actual del ciberchisme.

Lo que cantábamos era una melodía infantil que trascendía nuestra inocencia al cantarla y a modo de moraleja ponía en el código moral uno de los axiomas mas cantaleteados por nuestra cultura hispana: los trapos sucios se lavan en casa. Dicho formalmente: la privacidad es un derecho universal y que como todo derecho uno lo ejerce, lo disfruta desde su propia perspectiva. Unos publican sus vidas, lo gritan a los cuatro vientos y otros manejan otras opciones menos riesgosas. Como dice el dicho: para gustos se han hecho w.

De siempre las familias han sido educadas en ser cuidadosas en el control de sus prendas íntimas, estén sucias o resplandecientes, recatadas de sus interioridades, haciendo del área verde familiar un ambiente libre de intrusos. Este siglo sin lugar a dudas será recordado como un gran desenfreno cibernético.

Este ir y venir de las comunicaciones marco definitivamente el escenario moral a todo nivel. Y otros vientos soplan las vecindades. La comunicación hoy día permite sin remilgo alguno dar a conocer por voluntad propia imágenes y textos donde son exhibidos los contenidos de la vida ciudadana. El término global está de moda, la pasarela es amplia y diversa y todos globalizan sus experiencias. Se trasmiten a una velocidad a prueba de secreto. Somos testigos y participes de la construcción de un tendero público global. Los trapos aun húmedos son colgados. El acceso a los medios es cada vez mayor. Y se presume a nivel mundial de ellos. El blaclipblaclipbla recorre las distancias a vuelo de la velocidad que pagues.

Lamentablemente sucede todo lo contrario cuando los protagonistas de las historias maleta en mano aparecen en los aeropuertos dispuestos a que las barreras migratorias no se interpongan y les permitan un acercamiento a otras culturas, a otras realidades, ya no virtual sino presencial entre amigos y familiares. No cibernéticamente sino como a la usanza tocando la puerta. Cruzando mares, desafiando las fronteras. Y desafiando las filas, tramites, costos y mal trato en consulados y embajadas.

Si algo se ha globalizado según las estadísticas y los hechos son los estereotipos raciales, culturales y xenofóbicos. Si algo ha logrado hacer más común a todos, es la miseria, las desigualdades. Cada vez somos más las ciudadanas y ciudadanos tipo PEG como les llamo. Persona Excluidas Globalmente. Mucho intercambio a nivel pan tallezco y absoluta intolerancia migratoria. Padecemos y somos víctimas de cuanta manifestación anti migrante son capaces de desplegar las sociedades, sus gobiernos, estados y políticos. Miles de desplazados a nivel mundial buscan desesperadamente un sitio, un refugio para poder ejercer esos derechos proclamados por sus gobernantes en las cien mil y una carta que a lo largo de la historia de la humanidad se han escrito para proteger a los que como yo no viven en la tierra que los pario.

Soy nieta de inmigrantes y soy una mujer expatriada. Trasmití esta herencia a mi hija. La lucha por no ser ciudadanas PEG es dura. La tierra que te pare te marca para toda la vida. Mi país natal aparece en una lista de países terrorista con lo cual me convierto en una ciudadana potencialmente peligrosa. Viajo con un pasaporte que me produce escalofríos al presentarlo a las autoridades que lo exigen. Mi karma es mi ciudadanía. Necesito solicitar visa hasta para entrar al espacio divino. Me han pedido del pi al pa’ para acceder a cualquier servicio financiero y de cualquier tipo. El embargo no ha podido embargar nuestros deseos más genuinos de hacernos presente e incluirnos en comunidades menos desfavorecidas.

Somos testigos de una construcción social que invita, provoca y desata una exclusión masiva, una etiqueta de barra que llevamos todos en nuestra piel, lengua, conducta y demás señas que ponen en evidencia de dónde vienes y quien eres. Recientemente asistí a la exhibición de un filme llamado: “Prometeo Deportado”. Tema abordado, el pan nuestro de cada día, dime en donde naces y te diré como estigmatizarte. Nacionalidad: ecuatoriana. Recomendable cien por ciento.

Soy latinoamericana de nacimiento me he quedado sin aire prácticamente inflando el globo en el cual he viajado toda mi vida de inmigrante de pueblo en pueblo. Mis orígenes me marcaron desde siempre, me debato en el amor a mis raíces y mi búsqueda por incluirme a toda costa en otros grupos legalmente más protegidos. Habito en un continente desunido donde el indio, el mestizo, el mulato, el negro y el dizque blanco vivimos en una suerte de caldo, o sopa multirracial y pluricultural. Sigo en mi lucha eterna de que mi código de barra pase los controles que yo decida traspasar.

El helio de muchos globos que intentan entrar a otros espacios no es suficiente para ascender y burlar las limitaciones , prohibiciones y restricciones de los estados y sistemas que abusan y violan la dignidad humana. Costosos son sus trámites, sus procesos diseñados para que los obstáculos venzan la tenacidad de cualquiera, y seamos tragados por la letanía de una espera al solicitar visa para viajar.

Las gotas de sudor y las lágrimas de los sudacos y sudacas (término despectivo) peyorativo usado por algunos al referirse a los inmigrantes sudamericanos han enriquecido las lluvias caídas en nuestro pobre planeta que hoy más que nunca nos pasa la factura a todos por igual. El efecto invernadero nos asfixia, la cúpula que nos cobija se resquebraja, sus grietas muestran la lucha de nuestra gran casa por querer proteger a sus excluidos y que podamos hacer el viaje de nuestras vidas, aquel que nos aproxime y situé en una plataforma donde el despegue sea un lanzamiento efectivo y no simulado. Que el horizonte se vea visitado por miles de globos de todas las tonalidades cuya carta de navegación les lleve a las experiencias más enriquecedoras reales y no virtuales.

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