jueves, 15 de abril de 2010

CUANDO UN AMIGO SE VA

Mucho antes de ser amantes, fuimos amigos. Nos unió la psicología, yo me preparaba para un examen en mi carrera y él ya era toda una autoridad en el área . Siempre fue generoso, una de sus principales virtudes, me facilitó el libro de Traviata Mujina que yo no tenía, él acababa de regresar de la Universidad de Lomonosov de Moscú al terminar su doctorado. El era mi Phd.
Mi amigo sembró arboles de la mano de su abuelo, escribió libros con su izquierda tan amada y tuvo hijos. Sus semillas perpetuarán su vida.
Me cautivaron sus zapatos unos mocasines de lona color celeste y sus dientes de conejo, totalmente expuestos al apetito femenino habanero , por lo que su boca tenía esa sonrisa dibujada a medias y su silencio cómplice de sus intimidades. De pocas palabras, las justas, las necesarias. El y su mutismo, él y su ilimitada capacidad de escucharnos.

Ha sido mi mejor amigo durante más de treinta años. De amigo a esposo, de esposo a padre de mi única hija. Consejero, un hombre que se ha ido físicamente cuando menos lo esperaba, decidió luchar por su bienestar, fuerte, valioso, alegre, chistoso, maduro, cariñoso. Su salud se quebró el once de marzo y se fue con una sonrisa de despedida, así de simple, como era. Con dolor y en total serenidad. Ecuánime hasta en su último adiós, mesurado y absolutamente hecho de esa fibra masculina que pocos ejemplares de su especie pueden alardear de poseer. El respeto hacia su familia, sus amigos, colegas y el respeto ante todo hacia lo que amaba , hacia su profesión.

Como dice Alberto Cortez . en su sabia canción, cuando Roloff se ha ido ha quedado un espacio vacío que no lo puede llenar la presencia de otro ser querido. Cuando Roloff se ha ido ha dejado un tizón encendido como una estrella que ilumina nuestros caminos. Cuando tu marido se va se detienen los caminos, el alma queda fría buscando su mano amiga. Cuando tu marido se va se queda todo contigo, los sueños, la vida compartida, las imágenes en fotografías y su presencia se esfuma consolidando su esencia divina. Cuando un amigo se va, se lleva tu juventud, tu risa, el sentido de esas pequeñas cosas que hacían de la convivencia treintañera una rutina añorada.
Cuando tu marido se va, te esfuerzas en verle en los amaneceres y atardeceres, le ves en rayos de sol de su nevado preferido, le ves en la luna llena que atraviesa los cerros quiteños . Cuando tu amigo se va te manda en forma de ensueños sus mejores deseos, te deja el dolor delirante de su pérdida tajante. El dolor no tiene color, el dolor carece de tonos, es incoloro, no permite ver lo que antes era tan calidoscópicamente evidente.

Cuando tu marido se va queda en tu piel, a la vuelta de una esquina del mall, del súper , queda sentado viendo la NBA, mi marido se ha ido pero mi amigo se aseguró de dejarme en la ciudad que amamos y que juntos con los ojos cerrados recorrimos años antes haciéndola nuestro proyecto de jubilados. Cuando tu amigo se va se asegura de dejarte con la fuerza que crees no tienes para seguir viviendo sin su calidez alimentando tus decisiones. Cuando tu marido se va te quedas sembrada de alguna manera en la realidad que construyeron juntos y gracias a Dios esas raíces, mi hija, es la que irriga mis noches, nuestra hija ha sido y es nuestra amiga. Los tres construimos nuestro escenario camaraderil.
La muerte de tu amigo va más allá de cualquier realidad sentida. La muerte de tu esposo es una certeza que te aniquila y a la vez te reta a asistir a uno de los momentos más anhelados, la graduación de nuestra hija en la universidad. Para nosotros la educación es la madre de todas las aspiraciones. Estaremos juntas el ocho de mayo sin Roloff a nuestro lado, disfrutaremos de la felicidad que se alcanza al mirar hacia atrás y ver que todos nuestros esfuerzos han convertido a una joven de veintiún años en graduada y que toga en mano dedicará el resto de su vida a honrar a su mejor amigo: Su Padre.

Cuando un amigo se va esa frase tan escuchada, trillada, que todos decimos pero que hasta que no nos toca en carne propia no sabemos cuán ajena es y que como parte del discurso del duelo se repite y se escucha: lo siento mucho, tienes que seguir adelante, puedo imaginar lo que sientes. Cómo seguir si tu amigo se llevó las ganas, las esperanzas, los anhelos , cómo seguir compartiendo sin él, el contenido de su día a día, cómo seguir a solas cocinando, nadando, escribiendo , viviendo . Mi amigo era mi faro, me detenía en él y desde su altura miraba el horizonte .

Ayer once de abril le visité. Cómo salir del cementerio dejando a tu amigo. Solo le puedo dejar allí, justamente pensando que no le he dejado, que mi marido está a mi lado, sentado, listo para revisar lo que escribo, justo para alentarme a que siga sin él, el sendero que construimos y que ahora se me hace cuesta arriba. Esta cuesta que me cuesta, y mientras escucho música, esa melodía que vibra, esa canción que tanto oía en la Habana en los años de nuestra juventud, en voz de Alberto C. declarando musicalmente que la ausencia de tu amigo es insustituible. Y que de alguna forma tu amigo eres vos, que su voz se apagó pero se quedó en mi interior para hacerme más suya, más amiga. A la memoria del mejor amigo que he tenido, que hemos tenido algunos.

A la memoria de mi esposo Gerardo Roloff.