miércoles, 30 de septiembre de 2009

Bloghoroscopiando

Tengo dos Venusinos en mi vida que como astros la iluminan y orientan. Estos dos libranos me libran de cualquier exceso.

Tener balanza por partida doble en casa ayuda y mucho. El equilibrio entre onzas, gramos, kilos, calorías y otras hacen que nuestra canasta afectiva se vea surtida de especies que apuntan a un buen cosido astral. La pesa en casa te garantiza que el grano se cueza con cucharadas personalizadas.

Nuestra cazuela librana ofrece regularmente la mezcla de ingredientes ricos en arte, intelectualidad, buen genio, mesura, neutralidad , y buen oído entre otros. El aire como su elemento regente airea la cocción de este platillo dándole un gustillo que invita a invitar.

El día cuatro y el dieciséis de octubre son festivos en nuestra familia, ambas fechas las hemos declarado feriados. Días en que estos ejemplares del zodiaco nacieron , en años distantes. Para encontrarse, para darse cita en una dimensión que va más allá de las predicciones más acertadas.

Nacidos en el mismo siglo lo cual ya es una condición, en años pares , ella en mil novecientos ochenta y ocho y él en mil novecientos cuarenta y ocho. Ella lista para celebrar sus veinte y una primaveras y él sus sesenta y un otoños. Nacidos en la misma ciudad, ella en las primeras horas de la mañana y él en las primeras horas de la noche.
Compartiendo ambos sus orígenes caribeños y astrales.

Ella engalanando a la mujer del décimo mes del calendario, una joya , una gema esculpida sobre cobre con diamantes y ópalo. Irradiando la tranquila energía femenina del azul. Dada a las artes y lenguas. Es una cara de la libra más apreciada en cualquier bolsa de valores.

El dignificando las filas de los octubrinos. Cobrizo desde su alumbramiento. Sin joyas pero enjoyado por mérito propio. Dado a las letras y al pensamiento científico. Es la mejor cara de la libra, de esa moneda que al lanzarla nos ofrece alternativas ante nuestras indecisiones.

Ambas partes de mi vida me permiten dar fe de lo buenas perlas que son los nacidos por estas fechas, que están por llegar. Pero que desde ya estoy lista para festejarles. Feliz cumpleaños!! que la vida les ofrezca las oportunidades y que sus virtudes engalanen el club de los zodiacos más preciados del horóscopo aún no vaticinado.

Estoy totalmente segura que al lanzar mi penique al aire en algún momento de mi vida, éste al elevarse tocó el cielo y Dios me premió con estas dos caras de mi moneda.

Mi hija y mi marido.

martes, 15 de septiembre de 2009

Obligada Camisa Negra

Hay escenarios y escenarios. Hay colores y colores. Hay opiniones y opiniones. Esa es una realidad.

El tan sonado concierto del Sr. Juanes y demás cantautores a celebrarse en una plaza, que emplazada desde los inicios del proceso revolucionario a ser tribuna gubernamental y a la cual desbautizaron con tales fines y que paradójicamente delante de los ojos del monumento más emblemático a la independencia, el del Apóstol José Martí, en ese escenario la libertad ha quedado atada a los mismos grilletes que encadenaron a Martí en su época. Nuestro Poeta ha sido testigo del sometimiento a sus Ismaelillos durante más de medio siglo.

Sabe esto el Sr. Juanes? Estoy acá una vez más monoblogueando, una manera de vivir a través de las letras, una forma de expresión literaria que narra experiencias propias y mi visión actual sobre este tema en particular. No se vivir sin comprometerme con los sucesos que definen y marcan mis días.

Nací en mil novecientos cincuenta y cinco. Fui bautizada y cuatro años después esclavizada de pensamiento, acción y oratoria hasta mucho después de mi mayoría de edad. Hay exilios y autoexilios. El primero impuesto por los regímenes y el segundo aquel que nace del miedo después de haber padecido el primero. He sido víctima del primero y padezco aún el segundo.

Imposible siendo ciudadana o ciudadano cubano no opinar sobre el tan comentado espectáculo musical. Según dicen a favor de una armonía nacional. Esta que simbólicamente se ha vestido de blanco. Y que el vuelo de palomas ha sido su mayor expresión artística.

Ya que inevitablemente los cantares se harán presentes, quisiera al menos que los matices blancos se tiñeran de negro. El negro que es y será el matiz de la pena, del dolor, del luto y de la pérdida. Cuando mi madre murió no le pude acompañar, el permiso para entrar a la tierra donde había nacido y que por derecho constitucional no necesitaba me fue negado.

La lloré y lloro como muchos otros desde otras tierras. El vestuario de miles y miles de familias cubanas es negro. La separación y el desarraigo se han tinturado en una oscuridad perpetua. Eterna.

Se me ha negado y me he negado el derecho a vivir en mi ciudad, en mi país, disfrutar de mi familia, no he asistido a muertes y a nacimientos, me he perdido el crecimiento de una primera generación de sobrinos que ya disfrutan a mis sobrinos nietos. Perdí mi entorno y mis amigos. Mi hija creció lejos de su cultura y sus raíces. Pero aun así, con todo esto en mi alma blanca mi decisión de ser libre exige lo perdido. Septiembre es nuestro aniversario de independencia, así me gusta llamarle al mes en que cumplimos una década y ocho años de nuestro vuelo. La factura la hemos pagado con altos costos.

Dicho esto, Sr. Juanes lleve puesta su camisa negra, su tan sonada canción . Cántele a los muertos, hágalo en mi nombre y en el nombre de otras muchas familias, cántele a los silenciados, a los oprimidos, a los ausentes, cántele a la memoria de muchas cenizas que esperan a que la libertad ilumine a Cuba para regresar como polvo a la patria que les vio nacer.

Todos por favor vistánse de negro. Que sus camisas negras representen la solidaridad ante una de las comunidades golpeadas por la anti democracia más controvertida de todas las épocas.

Así y sólo así quizás para mí y para otros muchos cubanos este cantar sea algo más que un momento musical, algo más que una hora de cantar y escuchar canciones, porque los que las oyen quedan allá mucho más allá de la plaza, quedan en sus calles, en sus rutinas, en sus prisiones. Porque no solo de canciones vive el hombre.

Quizás sólo así este cantar simbólicamente la memoria histórica de mi pueblo lo relatara sabe dios cuándo, como la ópera prima clamada a la musa más anhelada de todas. La PAZ LIBERADA!!

Muchos testigos tendrá este show político musical y el más importante sin duda alguna será uno que no podrá opinar de palabra , pero su obra lo hará . Porque los poetas mueren y su obra habla por ellos. Es un legado que tenemos todos sus hijos y me atrevo a citar uno de sus sencillos para que nadie lo dude que la historia se encarga ayer hoy y siempre de poner los sucesos en su sitio.

“Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.’’

“Yo sé de un pesar profundo
Entre las penas sin nombres:
La esclavitud de los hombres
Es la gran pena del mundo ”

José Martí

domingo, 6 de septiembre de 2009

Catando Mares…

He ido detrás del mar desde niña. Vivíamos muy lejos de los balnearios habaneros. Hacíamos el viaje de los viajes, más de tres horas en bus. Era mi ilusión, mi ansiada aventura infantil. El plan familiar veraniego de mis hermanas, mi hermana mayor casada y con su hijo en brazos, mis dos hermanas solteras y yo de pequeña. No era que me gustará mucho la playa donde mis hermanas se empeñaban en bañarse, Guanabo al este de la ciudad de la Habana dizque porque el mar no era tan traicionero como en Santa María del Mar al cual se le acusaba de tener unos profundos huecos y resacas que ponían a prueba la natación que digamos no era el fuerte en mi clan familiar.

Guanabo no era santo de mi devoción, siempre andaba rezongando en contra de su fondo sucio, su oleaje amenazante y su arena medio enlodada. Pero aun así no me perdía el paseo, me gustaba saborear una fruta tropical pequeña con corteza verdusca, redondita , carnosa, de color amarillento en su interior que te dejaba la boca apretada por su sabor medio agrio. Llamada mamoncillo. Ese era nuestro bocadillo veraniego.

Al fin llegábamos literalmente pidiendo agua por señas. Una vez vencido el camino, un trayecto hecho casi siempre de pie en un bus repleto de personas de todas las edades, pegadas unas contra otras, compartiendo desde el aliento y los sudores hasta las ganas infinitas de refrescarnos de pies a cabeza. Sometidos a un calor infernal y atravesando pueblos rurales como Campo Florido y otros. Hasta hoy tengo esa sensación de ir atravesando matorrales interminables horas eternas en aquella travesía donde irremediablemente yo sufría y mucho de mareos, padecía de esas revolturas donde las tripas se te suben y quedas blanca como papel de seda. Ya era un mal conocido y, el remedio muy común, pero no abundante en los meses de julio y agosto: aire fresco.

Me obligaban a sostener mi cabeza bien en alto y pegada al vidrio de las ventanillas que casi siempre no abrían porque estaban dañadas ante la falta de mantenimiento en aquellas guaguas que eran más esperadas que la mismísima esperanza.

Las filas para tomar las guaguas ponían a prueba la voluntad y los deseos más ansiados de las familias por llegar al tan anhelado paisaje marítimo. La perseverancia se veía coronada al llegar y sumergirnos en las aguas achocolatadas de Guanabo. Nunca me gustó esa playa, pero siempre la recuerdo como mi primer romance marítimo. Un idilio que nos dejaba la piel a punto de ebullición. El tan socorrido vinagre que las madres cubanas usan como champú, como crema humectante y como bálsamo ante las insolaciones que se pescan pescando nos esperaba como remedio santo de mi madre al regreso de semejante quemazón.

Con mi independencia juvenil llegaron mis amores más hermosos, mis relaciones con la tan super de moda playa de Santa María y especialmente el área top del Hotel Atlántico y su pizzería, cita obligada para mi grupo de amigos. Y el famoso balneario de Varadero. La primera al este de la capital habanera y la segunda lejos de ella, en la provincia de Matanzas. Hay amores y amores, estas aguas traslúcidas , cristalinas, generalmente mansas, acogedoras que te arrullan y embelesan al contemplarlas te hacen inevitablemente un adicto a semejante placer , te niegan la posibilidad de disfrutar a plenitud otros mares que no se asemejen a estas bellezas naturales caribeñas. Descubrí el buen vino marino a la par que descubrí a Goethe.

Hoy por hoy sigo perdidamente atada a mis sentimientos de pleno amor cuando disfruto de la salinidad de los mares. Hoy por hoy mi destino preciado son los océanos. Y como en la tonada bolerística que dice: Le canto al viento por todo el que perdió su desaliento, le canto al mar por todo aquel que tuvo que olvidar para empezar. Camino cantándole.

Definitivamente tener un lugar para perderse y encontrarse es más que necesario. Todos los que me conocen saben que cuando me pierdo estoy frente al mar, a sus pies, en las crespas de las olas, en la intimidad de su majestuosidad, y que cuando me encuentran o me encuentro lo traigo conmigo, en mi piel, en mi iris, en mis entrañas.

A los mares hay que catarlos como a los buenos vinos, lentamente a través de una larga y plácida mirada, con una ojeada no es suficiente, con un vistazo tampoco, los ojos deben adentrarse en la búsqueda de su apariencia. La mirada debe ser larga y profunda, entrecerrar los ojos y abarcarlo lo más posible. Precisa de una olfateada, una aspiración reposada , penetrante, que su olor inunde nuestra mucosa olfativa y nos provoque una salinidad espiritual. Que nuestros pulmones se deleiten con la mezcla marinada de cuantas especies lo habitan. Y finalmente que entre a nuestros fluídos, a nuestra cavidad bucal como una buchada sanadora que el enjuague bucal sea la prueba definitiva que estamos en presencia de un buen pedazo de mar!!.

Acabo de regresar del mar, y me lo he traído conmigo. No puedo dejarlo. Este verano se vistió con sus mejores mareas para darme la bienvenida . Un traje de alta costura, su diseño a franjas vaporosas, que van mostrando un celeste que va degrádandose desde el horizonte a la costa, la primera franja la del infinito más cercano de un azul marino oscuro, que oculta las curvas de semejante belleza, la siguiente de un turquesa verdusco que relata ya las formas, los secretos tan profundos que guarda celosamente. La siguiente de un azul espumoso blanquecino, transparente que descubre las ondulaciones de sus profundidades, sus internos habitantes, sus inquilinos. Y acariciando la orilla esas franjillas, esas estelas tráslucidas, donde el sol penetra con total impunidad mostrando su ingenuidad.

Como no caer rendida de amor, ser presa de este amante que me penetra sin tapujos y me devuelve la alegría a mi espíritu oceánico. Amarlo es poco, deliro y confieso mi éxtasis ante este latin lover , mi inquietud total ante nuestros encuentros, no cabe la traición, no lo abandono, mi fidelidad me convierte totalmente ciega a otros filtreos. Nuestro coqueteo es mutuo. Le ofrezco lo mejor de mi cuerpo, le visito y me echo sobre él con la seguridad de que seré acogida , de que seré consentida con su calor, su olor, su pasión, mi amante me somete a su temperamentalidad, eso sí, su fuerza es superior a la mía. Nada de engaños, no lo hago, soy esclava de su virilidad. Y ante su traición repentina cabe recordarle que: Marineros somos y en el mar andamos.

Somos pareja desde hace mucho tiempo, nos conocemos, nos cachamos yo a él y el a mi, el uno al otro, sus movimientos rítmicos en ocasiones dejándose acariciar y amar. En otros distante, alejado, retándonos a redoblar los esfuerzos para llegar a su corazón. Otros enojado, haciendo gala de su furia y poderío exigiendo un respeto y una cautela al ser visitado. Entrarle con pie de plomo porque no se anda con chiquitas, te traiciona y se apodera de algo mas que de de tu vida. Te veranea.

Como os confieso mi primer amante fue el Caribe, nací rodeada por sus aguas, le tenía hasta en la sopa. Un caldo caliente, lleno de buenas especies, sazonado con la desfachatez de la rumba y la cadencia del danzón. Lo amé y le temí, le vi apoderarse de las calles, penetrar y robar metros y metros a mi ciudad en un despliegue de poderío. Jugué en su cancha durante mi infancia, adolescencia y juventud, le visité llevando en mi adultez a mi hija en brazos y se la ofrecí para que sus aguas le bañaran y purificaran. Fuimos abrazadas y bronceadas por su generosidad.

El Caribe es un amante juguetón, travieso, cariñoso, hasta una siesta puedes pescar sobre sus tibias aguas. Es manso, se deja querer en verano, cuando un sol le cae como un veinte de mayo y te pone la carne como azúcar morena . La sal se mete en todos los huecos posibles de tu geografía. Tus pies se pierden en una arena blanquísima que ciega y que produce alucinaciones de todo tipo. Mi primer amor es colorido, alegre y deseado por todos.

Hace muchos años no me encuentro con el Caribe. Mis amantes posteriores no se parecen en nada a él. El Pacífico me mostró sus garras. Y con esta etiqueta por nombre cabe recordar que de pacificidad adolece. No es una de sus características. Su frialdad. Su carácter bravucón atemorizan. Aún así de a poco me ha ido ganando y aunque hoy dia despierta en mi un sobresalto cuando le huelo y veo, aun así le amo con locura. Porque los amantes que hacen temblar nuestras más íntimas fibras tienen ese encanto al despertar pasiones intensas. Como esa que desata la bruma al bajar a la costa de Miraflores en Lima, Perú que lo oculta pero su olor me muestra el camino, intrépida le visito y descubro o como en Viña del Mar , Chile su potencialidad al chocar en las rocas que como grandes pilares sobresalen de sus profundidades. Un mar de contrastes, violento y a la vez meláncolico , apesadumbrado, engaviotado.

Aun guardo el recuerdo de mi primera cita con el Pacífico, allá en Salinas o en , Ancon , Guayaquil, Ecuador, no sabía como aproximarse, mi cautela le producía risa, me frenaba la textura árida de su cuerpo, lo negruzco y fangoso de su interioridad. Era más fuerte que mis deseos, me sobrepasaba la mala impresión ante su viscosidad, mis pasos, mis primeros pasos fueron lentos, cautelosos, no le veía su banderín blanco, lo ocultaba. Lo he navegado, lo he surcado admirando sus orígenes volcánicos allá en las Galápagos.

La sinfonía del Atlántico es otra, en las costas de Miami, en Clearwater, Tampa, en el estado de la Florida, sus notas entraron a mi vida con sol, sin él, huracanado, empelicanado, de dia, de noche, con luna , sin ella, sus amaneceres me acompañan en mis desayunos. Me animan porque ese mar conoce de mis penas, de mi dolor y de mis alegrías, ese mar fue testigo del infarto y este verano ha sido partícipe de nuestra lucha por seguir caminando con el corazón en la boca.

El crepúsculo es mi cita preferida, mi hora inspiradora con mi trago preferido en mano, ese que preparo con cuatro líneas de zumo de naranja y dos de amaretto, ese licor italiano almendrado que adicionándole dos cubos de hielo y usando un vaso pequeño de cristal doble te permite quedar embobada ante los últimos rayos del sol poniente. Cuando los últimos rayos enrojecidos penetran las irregulares formas de las nubes y arrojan el espectáculo mas sobrecogedor que se haya presenciado. Y entro en sus aguas cálidas, tibias , calentitas en las primeras horas de las tardes veraniegas y me dejo llevar por su sonido monótono, sordo al chocar sus crestas con la orilla. Y el placer es digno de recordar por siempre. Es la hora de mis confidencias, de mis confesiones.

Hay mares que acarician a las ciudades y dicen mucho sobre ellas. Las bendicen. Dicen que las ciudades más prósperas son aquellas que son bañadas por las aguas. Prósperas y felices con sus habitantes llenos de energías como los cariocas. Caminar por el malecón de Río y ver la simbiosis de las montañas con el océano es un paisaje de las grandes ligas. Las ensenadas de las playas de Buzios rompe el record de los paisajes paradisíacos que afaman esas latitudes.

Hay ciudades, países que no tienen salida a los mares, como Bolivia. Mientras vivíamos en la Paz, viajando por el altiplano boliviano íbamos al encuentro del Lago Titicaca nuestro refugio marino a esas alturas a vuelo de cóndor, de una magnitud imposible de abarcar con la mirada, bajando al pueblo de Copacabana y rodeado por la cordillera real aparece como una ensoñación plácida, helada. Los lagos le dan a esas tierras y a otras muchas como el Lago de Atitlán en Guatemala o la laguna de los dioses de Cuicocha o los Lagos de San Pedro y San Pablo en Ecuador, el toque acuático que le dan la abundancia a sus tierras y lugareños.

Y ahora alejada de la copa de la cual he bebido hasta perder la cordura me digo que todos los mares, lagunas y lagos tienen en mi persona a una mujer que los degusta en su presencia y en su ausencia, en su lejanía y en sus armonías. Que se impone un brindis en su honor, que honrarlos es menester. Que cantarle, escribirle y amarle es el mejor tributo a este patrimonio de la humanidad.

Y evoco uno de los versos sencillos de José Martí que dice: “Yo visitaré anhelante los rincones donde a solas estuvimos yo y mi amante retozando con las olas.”


Chin, chin Brindo por @mar ¡!