sábado, 7 de febrero de 2009

Solo para mujeres

No me cabe la menor duda que la producción literaria femenina tiene un público mucho más receptor en su propio género. Lo digo por experiencia propia, creo que todas las mujeres de alguna forma hemos sido influenciadas por escritoras en alguna etapa de nuestras vidas, en mi caso desde Gertrudis Gómez de Avellaneda hasta Susana Tamaro me han marcado, me da gusto pensar que llevo algunos genes en mi código genético que me vienen dados por la lectura de semejantes literatas. O quizás tuve la suerte de que de tanto apretar los libros contra mis manos estos han entrado por osmosis a mi torrente sanguíneo y de ahí a mis neuronas, y han estado latentes hasta que me llegó esta manía de hablar sola, hasta que mis monólogos han dominado por excelencia mi forma de expresión. O hasta que mi nido ha quedado vacío en un caso u otro de lo que si estoy segura es que todas las mujeres podemos escribir nuestras experiencias, todas podemos ser fuentes de inspiración, todas si nos lo proponemos podemos narrar historias, en mi caso la certeza me llegó de la mano de una chilena , de Isabel Allende y padeciendo una tremenda gripe, me leía un ejemplar prestado( para variar ) de “La Casa de los Espíritus” y me presentaba a un examen de inglés, con ojos llorosos, nariz mocosa y para completar mi maluquera el cielo se rajaba en llanto. Así que medio mojada y libro en mano me fui a dar mi prueba de ese idioma que aún no puedo hablar. El inglés había desaparecido del currículo escolar como también desapareció Cabrera Infante ni yo hablaba inglés ni sabía quien era este hombre, en aquel entonces se aprendía el ruso y se leía a C. Marx. Así de simple, pero afortunadamente la historia se ha encargado de ir abriendo pequeños espacios y un buen día llegaron los que se habían ido y entonces si se podía aprender el inglés, y ahí yo estaba enfrentando mi reto lingüístico. Había que charlar y hablar fluído.
Y para sorpresa de todos, el examen oral comenzó invitando a que contaran sobre la peli del sábado esa que nadie se perdía la noche sabática porque entre otras cosas no había nada más que hacer. Así que yo estaba fregada la había perdido por semejante gripe, cuando me tocó hablar a mi, estaba totalmente en el limbo , y ante mi ignorancia cinematográfica imperdonable, no hubo otra alternativa que cambiar de película a libro y lo digo porque así lo decidió Benito (mi profesor) como olvidarlo con una sonrisa a prueba del No, me dijo que lees? Cuéntanos, y me vi hablando sobre la Casa de los espíritus, de aquella tal Isabel Allende que aún nadie conocía muy bien pero por el hecho de ser chilena y su apellido se había quitado de encima el espanto de ir a parar a la lista negra, a la lista del enemigo, a la lista de los libros que no podían vivir a la luz del día, de los que había que forrar con papel de bodega. Y el profesor me dio la opción generosa de contar que decía la compañera Allende. Prácticamente dos décadas y medias después recuerdo al perro Barrabás y demás personajes que entre tos y tos, estornudos, ronquera y una jerga al estilo spanglish salían de mi boca. Y desde ese momento hasta los días que corren prefiero leer a escritor@s, leer narraciones escritas con la pasión que sólo una mujer puede trasmitir cuando habla de nacimientos, muertes, bautizos, matrimonios, tragedias, victorias, exilios, viajes, mujeres que ponen su acento a guerras, masacres, que denuncian y publican los atropellos que de siempre ha sufrido y sufre la humanidad. No tengo preferencia por literata alguna disfruto y quedo cautivada, atrapada en las redes de amores y desamores ajenos, en las redes de tristezas y alegrías de otros, siento la nostalgia y el miedo de aquellos que cobran vida bajo la pluma de otras , y me atrevo a pensar que alguna parte de mi historia , de mi vida familiar esta reflejada en negro y blanco ahí frente a mis ojos, porque los sentimientos no saben de idiomas, no saben de distancia, y muchos menos saben de exclusiones ciudadanas, son a mi modesta forma de pensar : “universales” y de ahí el valor de las historias, desde las mas clásicas como “Mujercitas” hasta Puerto Libre más contemporánea.
Eso sí y con total seguridad es innegable aspectos comunes entre lo que he leído y lo que escribo confieso que siempre he leído y siempre he escrito, escribo y leo desde que me conozco. Me conocí leyendo a Ernesto H. en su casa de San Francisco de Paula, allá en la Vigía, porque como dice el dicho “quien tiene un amigo tiene un central” y mi hermana era amiga del cuidador de semejante tesoro, así que leía free desde esa época. Leí todo lo que debía y lo que no me permitían desde “A sangre fría” hasta , ” Con el diablo en el cuerpo”, daba la vida por la editorial Cocuyo que era toda una joya. No tenia ni tengo preferencia de género, de niña para ir a la escuela amanecía con un programa radial que se llamaba “Tía tata cuenta cuentos”, oía todo tipo de cuentos, leía las revistas infantiles que heredé de mis amigos porque se fueron y me quedé en calidad de cuidadora hasta que ellos regresaran. A propósito nunca lo hicieron (pero es para otra vez contar). Y así crecí, así me hice mujer, entre cuentos y relatos, escritos en prosa o rima, me daba lo mismo tenía y tengo hambre de libros, no pudiera seguir dieta alguna, régimen que prohibiera degustar semejantes manjares, confieso que leo el índice de una obra como el que lee el menú que ofrece un buen restaurante.

Mi inocencia quedó a merced de amantes y amados, a merced de traiciones y lealtades, estuve presa literalmente de cualquier ensayo, novela o poesía, así que la juventud me llegó con los poetas Tagore,
Machado , la Gioconda Belli y las canciones de Serrat.
Perdí mi virginidad literaria con una novela cochina, sucia con ilustraciones y todo que le tome a mi hermana mayor, de esas prohibidas de esas “3 x” y que me llevó a padecer unas sudoraciones y arqueadas que casi me delatan delante de todo mi familión.
No tuve sueños, mi juventud fue una generación sin sueños, nuestra realidad no permitía soñar con nada más que concretar el día a día, no lo sabía en aquel entonces, no me preguntéis si éramos felices o no; creo que lo fui de alguna manera. Fui feliz leyendo free. Así comencé a soñar, a pretender ser la protagonista de todas esas historias, porque creo que la mía no me interesaba para nada, nada ocurría en mi vida que tuviera importancia, así que decidí vivir vidas ajenas, disfrutar de aquellas escenas donde todo podía suceder y que leyéndolas de alguna forma yo las hacia mías. Es por eso entre otras cosas que cuando de repente escucho o leo críticas que toman como punto débil la semejanza o posible semejanza entre las historias, de declararlas primas hermanas o algo así, y les apuntan con un dedo a estas y aquellas mujeres que se atreven a contar en voz alta, yo me alzo de hombros, no me importa, no me afecta, no me lo tomo en serio y semejante comentario no me impide seguir siendo fan de la amalgama literaria mujeril que ha tenido su boom como parte de la mal llamada liberación femenina en las últimas décadas. Para mi el mundo es uno solo, a todos nos ocurre en algún momento de nuestras vidas algo significativo y vivimos generalmente en el más absoluto anonimato, por lo tanto el valor al contar, el valor al escribir estriba en contextualizar, en ser capaces en la época que nos toca vivir de regalarles a otros, de darle a aquellos que no tenemos el talento el regalo de la palabra escrita, de sembrar esa posibilidad de volar, de ausentarse de las cárceles, de huir de los límites asfixiantes de las políticas y de la mediocridad, de quedar invisible ante la aplastante realidad del texto, del buen texto, de ese que habla de cualquier tema, sin regodeos o con ellos, para mi es algo así como “to be or not to be” así que con esta valentía que me llega de no se donde he decidido escribir, escribo para mi, y para tod@s, para mi hija, para mis amigas, para mi prima, para mi vecinaonline porque escribir significa documentar, significa testimoniar y significa vivir y estoy luchando para mantenerme viva. Y por voluntad propia estoy arrimada a la lista inagotable de escritoras para que se me cumpla el dicho que dice:
“a quien buen árbol se arrima buena sombra lo cobija”, me declaro a la sombra de la Serrano, de la Esquivel, de la Susana Tamaro, de la Montero entre otras. Y por qué no? a la sombra también de todos los hombres que dignifican mundialmente la profesión de la letra.
No puedo evitar verme reflejada en sus historias, que mi dolor o alegría sea fotografiada en cada párrafo o capítulo de cuanta obra fémina vea por ahí, pero eso no me hace perder la ilusión, todo lo contrario, las semejanzas hablan a favor de la comunión de sentimientos y en la posibilidad de contarlos.
Tenemos un común denominador las mujeres, las declaradas escritoras y reconocidas y aquellas que no llevamos semejante título pero escribimos para otras que sienten las ganas pero que no se creen capaces de llevarlo a cabo , por eso las animo, las invito, invito a las abuelas, a las madres, a las menospausicas y a las que aún la sangre corre por sus venas, invito a mi prima Zonia, que puede contar como se sobrevive al cáncer de mama y a todas las mujeres comunes porque son ellas las que han hecho historia. La historia nos habla desde siempre de la búsqueda de valores, de la búsqueda de mejores días, la realización de nuestras aspiraciones, mi historia cuenta y habla de la libertad y para mi en lo personal no hay mayor expresión del derecho a ser una mujer libre que pensar, hablar y escribir, las circunstancias pueden y de hecho cambian, la sensación de estar atrapada en una realidad no deseada puede ser liberadora si convertimos la apatía, si convertimos la indiferencia ante la lectura y asumimos roles más activos, de leer, de consumir obras a producir obras , a escribir, y en eso ando, ando en la búsqueda del puerto literario que recibirá a mis monólogos dándoles sabor y color como dan los puertos a los visitantes. Reconozco mi osadía, mi atrevimiento de hacer públicos mis pensamientos, mis mas íntimos pensamientos, que en muchas oportunidades ni me atrevo a decírmelos a mi misma y blablabla porque a estas alturas de mi noveno inning, no me mata la vergüenza y menos la vergüenza ajena, he llegado a mi mitad de siglo con todas las bases llenas y yo en el home, bueno tratando de estar en el home que es otra historia pero más adelante hablaré de esto, pero a lo que voy : Ya en mi noveno inning, mis bases llenas, la vida asumiendo su papel de pitcher y yo fingiendo con protector y todo presumir ser el catcher,ah ! las luces iluminando mi escenario beisbolista dizque ( mi realidad) y todos los jugadores presentes, my team diciendo: hello, así escribo hoy viernes de tarde, viernes de noche, mis monólogos no conocen el descanso, no vacacionan, están firmes, y yo me aprovecho entonces de lo que dice la gente por ahí, eso que con los años uno pierde la vergüenza y sigo escribiendo, vuelvo a escribir, y escriboescribiendo y me ayuda y de que manera, estar en el mes de febrero, a inicios de un año, porque lo estoy tomando muy en serio, y me amparo en eso que dicen “año nuevo, vida nueva” perdón he decidido cambiarlo un poquitín y decir “año nuevo, vida añeja” porque no pretendo ni puedo cambiar lo vivido pero si puedo darle a mis días un nuevo ritmo, un daybyday, y escribir toda la tontería que pienso.
Justo pensaba en todas las trasformaciones que para bien o para mal sufrimos a lo largo de nuestras vidas, los cambios obvios, los que hablan a favor del desarrollo personal, esos que te tocan por ley de las especies, vienen en orden prácticamente cronológico, primero las que te tocan, las de cajón como dicen en Quito, las que nadie te quita de encima, las que vienen con la ley de la evolución, y que fundamentan el desarrollo psíquico físico. Esas que te convierten de bebé en mujer.
Y están los otros cambios, los que en muchos casos no deseamos, los que en la mayoría de los casos suceden circunstancialmente y que escapan a nuestro control, las que caen del cielo, las que te buscas tú (como en mi caso), las que llegan de gratis, las que llegan envueltas en papel sorpresa.
Y que te convierten en una persona que no deseas, te convierten en una extraña para ti misma, que te producen esa inquietud de pensar en qué parte del camino de tu vida quedaste parada, esperando el bus que me llevaría al futuro, pero lo cierto es que se siente un retroceso, una pérdida, un stop, como si estuvieras anclada, varada, estacionada. En mi caso un buen día por razones ajenas a mi voluntad dejé de practicar mi profesión y dediqué todas mis energías al trabajo doméstico y a educar a mi hija. Este cambio trajo obviamente uno mucho peor, así lo pensaba yo, el tránsito de mujer independiente económicamente a mujer dependiente de su marido. Caí en crisis total, pero afortunadamente no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, mi cuerpo lo resistió y el mal duró hasta el sol de hoy. (Aún no cumplo cien años)
Sigo siendo dependiente y sigo trabajando en casa. Nunca he amado ni amaré el trabajo doméstico, simplemente lo hago. No fui educada ni familiar ni socialmente para desempeñar tales roles, todo lo contrario, las mujeres de mi generación mientras más alejadas del rol de señora estuvieran, mas valoradas eran. Y yo no fui la excepción.
Pero ya os digo a estas alturas no quiero ir a extrainning. Estoy dispuesta a pelear para ganar. Así que me sorprendo una vez más analizando en que nos convertimos muchas mujeres a pesar de los pesares, y me aterra porque no estoy dispuesta a convertirme en madre de mi marido. (Continuará) …………………..

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