jueves, 26 de febrero de 2009

Los Reyes Magos y el infarto

Mi tía me declaró la heredera universal de las propiedades de mi prima, cuando esta se fue. Mi prima fue la primera en dejar la isla y la familia. Fue para enero y lo recuerdo con un sabor agridulce, como el tan conocido efecto del caramelo amargo. Porque con su adiós me llegaron varios tesoros que fueron para mi un verdadero botín.

Yo era pequeña para poder comprender el alcance de su partida, entre los tesorillos me llegaron varios juguetes: muñecas, accesorios para estas y una casita amoblada con todo tipo de miniaturas donde vivían niños con caras felices, las puertas y ventanas abiertas y hasta perritos en una piscina, y celebré sin lugar a dudas una de mis mejores noches infantiles, la noche de los Reyes Magos.

Como soy la benjamina familiar, mis hermanas y mi madre cerraron filas e hicieron todo por mantener el espíritu real en mi cabecita. Así que todos a mi alrededor, hermanos, tías y tíos se empeñaron en que al menos yo conservara la ilusión de la llegada de semejantes personajes, de conservar a toda costa esas fantasías que hablaban de tradiciones y que para los tiempos que corrían a inicios de los años sesenta se consideraban algo así como pecado capital. Hoy día recuerdo mi emoción al esperar tan apreciada visita, para mi los Reyes Magos llegaban y llegaban, nada de dudas, nada de escuchar lo que muchos niños comentaban en las calles y pasillos de la escuela entre risas y burlas hacia aquellos que como yo hacían notas, cartas y todo tipo de peticiones, a niños que la magia del seis de enero les hacía felices e ingenuos, en aquella década las visitas comenzaron a ser mal recibidas y aún más ésta con rango de acontecimiento real.

La imaginación, los sueños, las ilusiones y fantasías fueron tildados de debilidades burguesas, y estas llamadas debilidades fueron a parar al pelotón de fusilamiento, literalmente las fusilaron, las extirparon de raíz, nada de personajes místicos, las barbas quedaron prohibidas semejante lujo sólo era y es para el elegido, perdón digo para el reelegido. Todo el crédito de bienestar venía de manos de los “ de arriba”, que permitían a los padres comprar los juguetes una vez al año, así que ese rumor iba de boca en boca, bocas pequeñas, con dientes pequeños, sonrisas pequeñas, que aún no sabíamos la que nos esperaba, pero que en familias como la mía y en otras se negaban a no recibir en sus casas la visita real que aunque carentes de la tradicional chimenea para que las bolsas llegaran a sus salas, sí tenían las agallas para mantener otro diálogo con sus hijos, para tener un rayo de luz que guiaba en la noche más mágica del calendario a los declarados personas no gratas, y desde esa edad sin saberlo comencé a tener un doble discurso, una doble actitud, una fachada en otras palabras. Sabía que creía en todo cuando el telón caía.

Y como en una buena obra teatral decidí creer en lo increíble, asumí no escuchar las risas y burlas, seguir escribiendo mis cartas, decidí no querer tener carbón como regalo y ser una niña obediente y buena todo el año para que cuando llegara enero, ese mes tan esperado, mis regalos estuvieran más que seguros. La mañana del día seis era luminosa y especialmente alegre, se salía a buscar a los amigos y mostrar tus tesoros, compartirlos y no escuchar para nada los gritos de las madres y las abuelas llamando al almuerzo. Las calles y esquinas habaneras han sido refugio infantil desde siempre.

Hubiera frío o no, se iba a la calle a jugar unos creyendo en la divinidad real (como yo) y otros en la bondad paternal, en todo caso para mi los Tres Grandes eran de carne y hueso y llegaban como los bebés , sin lugar a dudas, a plazo fijo, los reyes en enero y la cigüeña cuando a las mamas les crecía la panza, los primeros venían de muchas ciudades lejanas, cansados, agotados, sedientos, hambrientos, así que yo les preparaba su lunch a modo de demostrar mi generosidad , hospitalidad y sobre todo para volver a ser visitada, y la segunda visita pues desde Paris!!, de dónde más.

Mis primeros estudios de historia me hablaban del descubrimiento de América, de Colón y demás conquistadores, esos libros con sus ilustraciones de barcos que llegaban de donde mismo habían llegado mis abuelos, de la Madre Patria, de modo tal que para mí los tres no llegaban en trineos ni cosa por el estilo, vaya ni pensarlo, yo los vivenciaba llegando tal cual llegaron los conquistadores, como valientes navegantes cada uno capitaneando naves de velas blancas, en las tres embarcaciones que nos descubrieron, en esas donde llegó Colón y los suyos, me refiero a la Niña, la Pinta y la Santa María.

De España eran los turrones y la sidra, también de España eran mis tres grandes amores infantiles Melchor, Gaspar y Baltasar y con esta visita tan deseada; deseada como el chocolate caliente en noches frías, llegaban cosas lindas, buenas, pedidas, deseadas y hasta heredadas como en mi caso. A propósito ha sido mi única herencia material hasta el día de hoy.

Y gracias a esa capacidad de negociación que surge así desde las primeras etapas del desarrollo humano, que surge así tan simplemente como el canje de una buena conducta a cambio de un juguete, se estableció el patrón que yo conocía muy bien, mi familia se encargaba de recordarme el compromiso, se encargaban de recordarme en caso de olvidos u equivocaciones así como quien no quiere las cosas, y me leían la cartilla día a día, si comes todo, si te portas bien y eres buena serás visitada y bien regalada. Los Reyes solo te visitaban si te portabas bien, así que creo fui una de esas niñas bien vestidas y educada para ser visitada. Solo a los que se portaban mal les traían carbón, afortunadamente nunca he cocinado con semejante combustible.

Mis hermanas alimentaban mi fantasía de mil maneras, algo bueno tiene que tener ser la más pequeña, obviamente mi cartita estaba hecha y rehecha mucho antes de enero aunque siempre corrieron tiempos de escasez, de vacas flacas y los chamas de mi época ya comenzamos a ver como se evaporaban desde los Reyes hasta el pan nuestro de cada día.

Dejé de tomar leche a los siete años (por decisión estatal) y creo en los Reyes por decisión personal hasta el sol de hoy.
Pero a pesar del huracán de quinta categoría que nos llegó desde los finales de los cincuenta y que aún luchamos contra sus embates, afortunadamente mi inconsciente infantil sobrevivió y para cuando nació mi hija logré recuperar el espíritu mágico y seguir haciendo frente a los vientos de 200 km. por hora y trasmitir el cuento de los cuentos, el cuento real.
Con mi marido, mi hija y mi credibilidad monárquica a bordo emprendimos nuestro viaje alejándonos del centro del huracán que es el punto más peligroso y poniendo mar entre su fuerza y nuestras costas. Y durante todos estos años volvimos a recibir con ilusión la víspera de los tres, los tres grandes. Como los tres tenores que hacen cantar los corazones infantiles a pesar de que el gran caimán caiga presa de los fenómenos naturales.

Durante muchos años hemos recibido lindos regalillos con la misma alegría de siempre, confiábamos en el principio de siempre, buena conducta, buenos regalos, Y para sorpresa nuestra, enero de 2008 se nos presentó de forma muy diferente, los tres tenores aparecieron no con un canto a la alegría , sino con un grito por la vida, nos trajeron un infarto, de esos que llegan disfrazados de dolor muscular, maluqueras estomacales y otros síntomas, bien disfrazado, sin pistas para poder emprender una carrera directa a los brazos de cupido y sofocar ese mal de corazones. Ese regalo nos cayó del cielo, enviado sin remitente pero con destinatario fijo, fue directo al señor de los señores, a ese órgano que late y que bate como el chocolate, y que nada de nada, de repente nos vimos recibiendo semejante regalo, lo recibimos como un paquete de esas ofertas turísticas de “todo incluido”. Porque un infarto viene como un veinte de mayo, viene al duro y sin guante. No te da tregua.

No me centraré en los inconvenientes del todo incluído, de alguna manera todos conocemos este plan, y de alguna manera todos lo hemos comprado, en nuestro caso el paquete ni lo compramos, ni lo solicitamos, llegó con el brazalete muy bien tipificado, “directo al corazón” .
Ni soñar con semejante cosa, eso de los infartos le pasa a otros, a nosotros no, nuestro corazón le habíamos conocido por estar preso de amor. Era parte de nuestra parte, fiel compañero, trabajador incansable de día y de noche, el corazón de mi marido era de esos llamados de “oro “, un buen corazón, cómo nos haría eso y en víspera de Reyes.? Imposible.

Estos monólogos amalgamados como suelo llamarlos, me permiten echar afuera semejante decepción, semejante traición, y no me permito dejar de mencionar que la bronca con los tres barbudos fue circunstancial, temporal, hemos sobrevivido, estamos acá para contarlo y para compartirlo con otros que quieran escuchar la historia que hoy es nuestra pero que no quita que el próximo regalo será para otro fumador.

Sería muy trillado contar lo fuerte que ha sido y es la experiencia, trato entonces de centrarme en lo que más nos cuesta a las personas, me centro en la manera de seguir adelante en lo bueno, en lo positivo de nuestra historia cardíaco familiar , porque encontrar aspectos buenos al sobrevivirlo es otra corazonada, lo nuestro fue un infarto familiar, como lo oyen y leen, un infarto colectivo, nos dio a los tres, a mi marido que lo sufrió en carne propia y a nosotras (mi hija) y yo que lo sufrimos en carne viva.

Como os digo no esperábamos semejante ingratitud de los reyes, según nosotros habíamos sido chicos bien buenitos, pero nada, al pan pan y al vino vino, hace un año que andamos con el corazón en la boca que a pesar de no ser su sitio reconocido es ahora su sitio elegido, el motor de mi marido ha decidido darnos sustos y más sustos, ha decidido colocarse en la línea equinoccial de nuestras latitudes, de hecho lo calibramos y aceitamos, el abc está en manos de profesionales de acá y de allá, es constante, durante este año y medio de sobrevivir a este corazón que anda partío tenemos claro que nosotros tres somos de corazón duro, de ese que a primera vista nos engaña pero que finalmente no quiere dejarnos por nada de la vida.

Y ante semejante bendición que nos quedó por hacer?, pues poner viento en popa y dejar de fumar, porque los tres hemos dejado de fumar, mi marido, mi hija y yo que jamás ni lo aspiré, ni lo disfruté, todo lo contrario, lo he odiado a muerte pero dejé de fumar el humo de segunda mano, así que le ganamos la guerra a este maldito vicio y ahora somos ciudadanos liberadores, ciudadanos pro medio ambiente.
Dimos vuelta al menú y hoy por hoy es imposible alimentarnos mejor, nada de grasa, nada frito, todo al vapor como buenos navegantes, y me he convertido en una chef para corazones.

Así que mis queridos fans con total seguridad les aconsejo que sigan haciendo sus cartillas para inicios de enero, continúen esperando la llegada de los bien vestidos, de los bien aventurados reyes porque sin lugar a dudas, lo que a primera vista puede ser el disfraz del final, lo que aparentemente es el disfraz de la fatalidad, afortunadamente se convierte con los días en la posibilidad de resurgir y como el tiempo que todo lo pone en su sitio nos ha puesto en el comienzo de una nueva vida, el comienzo de un nuevo latir, el reiniciar de una nueva razón con un nuevo corazón. La moraleja de nuestra historia es que nada es definitivo, que superarnos forma parte del mejor regalo que nos da la vida y que nos llega día a día, tanto en julio como en enero, y seguimos cultivando el capullo mas preciado.

Ah!! Y por si acaso, os comento, tenemos un logotipo en nuestro remitente familiar dirigido a los tres grandes, este enero al enviar nuestra cartita llevaba algo novedoso en el sobre, tenía incrustado nuestra sigla que dice así: Familia SCA que quiere decir:
Sobrevivientes Cardíacos Activos jijiji

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