domingo, 22 de marzo de 2009

BEHIND THE LINE

Definitivamente estar detrás de la línea es una posición muy cuestionable en la medida que permite asumir posiciones medio acrobáticas moralmente, una de estas posturas clásicas es estar sobre los dos pies bien fijos pegados al piso de manera tal que un paso adelante no es posible, asumiendo esa actitud tan conocida y protectora de que no es nuestro asunto, no es nuestro problema, no nos incumbe y otras razones que nos sirven de escudo y así evitamos más líos de los que tenemos. En otras palabras nosotros mismos por voluntad propia, por decisión salomónica nos atamos de pies y manos. Apartamos nuestra mirada de aquello que nos perturba y como dice el dicho: ojos que no ven corazón que no siente.

Otra manera de estar detrás de la raya es estar con el pie listo para dar el salto hacia delante, como los corredores cuando se alistan a salir volando al escuchar el silbato. Tomando impulso y asumiendo que es una carrera de alto riesgo con obstáculos y vallas; siendo la primera de ellas vencer el miedo a asumir y tomar parte de situaciones en las cuales no estamos directamente implicados y que una vez iniciado el salto pues ya lo estamos de una forma u otra.

Ambas posiciones hablan a favor del desarrollo de actitudes personales y ciudadanas unas menos comprometidas y otras más comprometidas, unas que hablan a favor de una actitud seudo ciudadana, dejando que otros asuman la responsabilidad por todo lo que suceda y otras respetando el papel de los sistemas llamados a proteger los derechos ciudadanos pero asumiendo una actitud de protagonismo en la exigencia de reclamarlos. El derecho a tener derecho.

Reflexionando sobre este particular comportamiento humano el cual puede en ocasiones ser el disfraz de posturas cómodas, menos riesgosas y por tanto menos aplaudidas y menos vistas, de menos repercusión mediática en el día a día cuando decidimos mantenernos detrás de la línea. Y me preguntaba desde cuando no cruzo la línea, desde cuando bien respetuosa de la ley, cumplidora de lo estrictamente estricto me mantengo en mi versión de que el mundo no lo puedo arreglar, de que no me corresponde a mí meterme en tal o cual rollo. Mil argumentos para quedarme cómodamente detrás de mi señal protectora de la que me he inventado porque hay dos líneas la propia y la de los otros. La más particular, familiar y privada y la otra la universal, la general, la construída desde las posturas de los sistemas legales, de la justicia, de los gobiernos y comunidades que formulan que traspasar la delgadez amarilla puede ser en muchos casos pena de un final anunciado.

Este tema lo tengo en el tintero hoy más que nunca por una razón puntual, me ha removido una noticia más que comentada en estos últimos meses por algunas cadenas televisivas pero fundamentalmente por televisión española, me refiero como le llaman ellos al Caso del Profesor Neira. Un hombre que salió en defensa de una mujer maltratada.


Los detalles del episodio están en la web del caso. Y a lo que voy es que este acontecimiento levanta todo tipo de comentarios y emociones. En lo personal me remitió a mis inquietudes, a mis reflexiones y me recordó varios dichos que culturalmente han marcado algunas posiciones sobre el tema. El tan conocido “entre marido y mujer nadie se debe meter” y “marido es que pegue pues”. Estos proverbios que a lo largo de la historia han marcado de manera fatal a unos y a otras tienen dos lecturas básicamente, la primera abogando hacia una paradita detrás de la raya y la otra es cruzarla cueste lo que cueste. Olímpicamente.

Historias como estas, unas silenciadas y otras comentadas, nos permiten y nos ofrecen la oportunidad de cuestionarnos que tan comprometidos andamos con nosotros mismos y con los demás, ¿vale correr los riesgos que supone no estar a raya, trascender los límites y sopesar las consecuencias de nuestras acciones?

Me da gusto y me fortalece la entrega del señor Neira, admiro su inquebrantable fortaleza y la de su familia. Le agradezco que comparta con nosotros semejante experiencia y le felicito por el premio Naranja que le han concedido, espero que los dulces jugos de este fruto sirvan para curar un poquitín las heridas que lleva.

Afortunadamente la crisis no ha dañado los campos cultivados de este preciado cítrico y hay personas que aún las cultivan y otras que como el profesor Neira merezcan degustarla.
Y me digo yo que quizás debería jugar a la rayuela para practicar eso de pasarme de la raya con un solo pie o con ambos, que más da, la cosa es saltar la línea.

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